Oculta en vinos
tintos de la media noche
detrás de todas las sombras
a las que nadie deba acceder
entre los peligros de los ajenos
de los ojos
de la sangre
en gotas
derramadas por las calles
del olvido lejano
de los nunca llegados
amantes en oscuros merodeos
las luces ahogan la sed de los captores
los brillos ahora escasos
parecen gritar la luz de los venenos
las manos
apretadas
las caídas
y la red dura
de metales retorcidos y amenazantes
que nada hacen
que en nada quedan
sólo en su muda presencia
en los mantos excarvados
y sacados de sí
los de verde húmedo
de cúpulas de ciudad inmensa
de ciudad abierta
en sonidos de ecos
reproducidos a raz de tierra
a raz de todos
y uno tan ínfimo
las luces que caen del cielo
penden a tus ojos al reves
a chaguaramos de cabeza
a la abierta y plena vena de universidad
respira el aire
frío y sereno
los pulmones no se ven
no se sienten
guardados por el momento oscuro
aguantan
olvidan
esperan su pena
y corres tras los demonios de la gris avenida
en mosaicos que yacen a los pesados pasos de tu cuerpo
en desesperación
las notas del martirio
hecho brebaje para ahogar al corazón
en su más anhelada espera
que se retuerce en sí mismo
arroja los pedazos al cuerpo
provoca sus propios temblores
y el mundo
drogado
se ve de nuevo diferente
rojo
sangre
blanco, naranja y amarillo
hoy las escuchaste
hoy formaste de nuevo parte
hoy ere más cada nota
cada arreglo
la armionía de los obsesos
y la métrica andrógina olvidada
deprimida
sin voz ni ojos
profunda
y tan viva
a ti y a mi en cuestión de unos instantes
los más alejados
y los más cercanos
los rotros de calle
que se empeñan en abrigarnos en desarraigos
las ondas que nos traen lo que ambos pensamos
las que nos recuerdan las torturas
de los espacios vacíos
a veces cruentos
a veces bellos
y tú ahí
en la ardiente y constante espera
de la mirada
los balcones
los claros
los andantes
el raro encuentro de la sangre
la nada y el vacío
todo y nada
nada y todo